Una de las cosas que más me ha enseñado mi experiencia personal y profesional es que hay una dificultad a la hora de poner la mirada en uno mismo. Seamos realistas: Hacerse cargo de lo que me pasa duele. Más aun si tiene que ver con nuestra historia e introyectos (aquellas etiquetas con las que nos obsequian papá y mamá y que nos atan a ser de una determinada manera). Y es que deshacer automatismos que nos vienen acompañando desde nuestra infancia no es tarea fácil: ¿Para qué nos vamos a engañar?
Si a todo ello, le añadimos la connotación clínica con la que se vende (y, ¿por qué no decirlo? se ejerce de forma incorrecta e inconsciente) la Psicología en la actualidad, es normal que la ecuación final sea: “Si voy al psicólogo es por qué estoy loco”. ¡Claro! ¿Cómo no va a ser así si los psicólogos tenemos esa mala prensa?
Llegados a este punto, supongo que si ya tenías dudas acerca de si empezar un proceso terapéutico (o no), te habré acabado de derrumbar los pocos castillos en el aire que quedaban por los pequeños lugares recónditos de tu mente. Espera. Tómate tu tiempo. Primero, es importante que confrontemos la realidad para poder así, transmutarla: Ver más allá de los estereotipos impuestos por una sociedad en la que se nos enseña a vivir dormidos y a dejar el dolor, los miedos y las limitaciones en la mochila de los “para luego…”.
Y con esto, me doy cuenta de la necesidad de confrontar al ser humano con algo tan válido como es la importancia de dejarse acompañar. Si bien es cierto, estamos acostumbrados a asociar patología con psicología: ¡Nada más lejos de la realidad! Cualquier motivo que genere malestar en la vida de uno es motivo suficiente para ser mirado, con cariño: Ansiedad, “Miedo a…”, una separación, una ruptura amorosa, tener la sensación de que siempre se acaba cayendo en lo mismo, la dificultad para vincularse, etcétera.
Siempre he dicho que emprender el camino del autoconocimiento supone en sí un acto de valentía. Dejar la coraza a un lado y verse y sentirse vulnerable escuece (¡sólo un poquito y al principio!). Pero con el paso del tiempo uno mismo acaba por darse cuenta de que la vida es mejor vivirla con conciencia, presencia y autenticidad; desde un “Yo Soy…” fiel y leal a nuestra esencia. Pero para eso primero hay que visitar y hablar un poquito con nuestros demonios; quiénes tienen la respuesta para traspasar las zarzas que nos alejan de nuestro corazón.
Y es aquí donde quiero presentarte la Terapia Gestalt: Una psicoterapia que nos permite volver a contactar con nuestras carencias, necesidades y sueños (perdidos…). Una forma de entender y vivir la vida. Son muchas las vivencias que nos hacen desconectarnos del corazón y ponerle voz a la mente. La Gestalt lo que pretende es devolverle el testigo al corazón y permitirle a la persona vivir su vida de forma plena i autentica.
Si quieres empezar a vivir de otra manera, te invito a que nos conozcamos y emprendamos una pequeña andadura, juntos.